Me han pedido mucho que escriba sobre los mineros sepultados en la mina San José, de Copiapó.
Me han llamado medios de distintos países, me han ofrecido estipendios por artículos de tantas palabras o caracteres en diarios, en revistas, en sitios de Internet, y hasta me han ofrecido hacer un guión para una película. "Porque usted fue minero, nos interesa su visión de lo que está ocurriendo con esos 33 hombres".
Yo me he negado sistemáticamente. Solo he aceptado entrevistas. Ahora escribo para explicar por qué me he negado. Me he negado justamente por eso, porque también fui minero, y escribir ahora sobre estos compañeros sepultados, hacer literatura con su tragedia, sería como sentarme a escribir un cuento o un poema ante el lecho de muerte de mi padre, de mi hijo, o de mi hermano. No sirvo para eso. Mi ética no me lo permite.
Puedo ser un hijo de puta en muchos aspectos, pero nunca en algo como esto. Mi ética es mi estética y viceversa. Estoy sufriendo la tragedia como la estamos sufriendo todos, he llorado como hemos llorado todos, grité de felicidad como todos cuando supe que estaban vivos -no salí a tocar la bocina de mi auto porque no tengo auto, pero en casa izamos una bandera rayada con un mensaje de fuerza y esperanza-, y aunque nunca fui ni seré un patriotero -me carga por ejemplo que toquen el himno nacional en los partidos de fútbol- el corazón se me puso como un puño cuando oí sus estrofas saliendo desde las fauces de la tierra, épicamente desentonadas por la voz ronca de estos 33 chilenos humildes.
Yo andaba por Centroamérica cuando me enteré de la noticia. Al primer medio que me llamó desde Chile -los mineros llevaban cuatro o cinco días enterrados- les dije que si esos hombres no habían muerto sepultados por el derrumbe, iban a sobrevivir hasta que los encontraran.
Dije textualmente que me los imaginaba allá abajo organizándose, dándose ánimo entre ellos, narrándose historias, contándose chistes, inventando mentiras. Que los mineros, como los pescadores, eran hombres acostumbrados a luchar contra la adversidad, contra la fuerza de la Naturaleza, que eran ingeniosos, que eran aperrados, que no se echaban a morir fácilmente. Que eran muy creyentes.
Ahora que saben que sabemos que están vivos, ahora que saben que sus familias los esperan, y entienden que tendrán que soportar aún una larga espera, su ánimo no desmayará, seguirán resistiendo. De eso estoy seguro. Son 33, un número sagrado. Yo cuando era niño y vendía diarios por las calles -en uno de mis libros lo consigno-, solo vendía 33 diarios, con eso me alcanzaba para comer y nunca me quedaba con diarios que regresar. Treinta y tres era la edad de Cristo, y eso me daba suerte. Soy supersticioso igual que todos los mineros. El 33 es el número de la muerte y la resurrección.
Ellos estaban muertos y resucitaron. Dos cosas solicito para estos mineros, si es que se pudiera. Solo dos cosas. La primera, al Gobierno, que no desaproveche esta oportunidad de oro que tiene de pasar a la historia -junto a los 33-, haciendo cambios profundos en la legislación laboral de la pequeña minería, para que nunca más vuelvan a ocurrir desdichas como esta -y de pasadita que haga colgar de los testículos a los dueños de la minera-.
La segunda va para los medios de comunicación: que no transformen esta larga temporada en el infierno de nuestros compatriotas en un vulgar reality show. Una vez que estén afuera que hagan el espectáculo que quieran -con su anuencia o sin ella-, pero por ahora que respeten el dolor, el suplicio, el padecimiento indecible que significa estar ahí, con millones de toneladas de roca encima, a 700 metros por debajo de la vida, en la boca del estómago del mismísimo infierno. Pónganse en su lugar. A ver si alguien puede siquiera imaginarlo.
17 comentarios:
Ya lo había leído Pamela y me pareció notable, humano, ético, ojalá muchos siguieran su ejemplo y no transformen esta tragedia en un reality más.
¡Muy bueno!
Gracias.
Uhhhh... Pame. Directo al corazón.
Todas las energías unidas para acompañar a estas maravillosas personas porque se les vendrán tiempos muy difíciles a medida de que vaya pasando el tiempo. Es por eso que tenemos que ayudar desde el corazón.
Gracias por compartir, no lo había leído.
Un beso para ti,
STEKI.
En tiempos de desaforado mercantilismo en los medios de difusión tradicionales, estas letras son aire fresco. Ojalá se conviertan en ejemplo! El regodeo en la tragedia, agrega si acaso, más tragedia.
Besazo guapa, Muchas Gracias por este material!
Grandes palabras de un grande.
En días de tanta verborrea (en muchos casos innecesarias) se necesita esta dosis de mesura experimentada.
Un abrazo.
excelente reflexión de Hernán Rivera Letelier
El Gobierno debe aprovechar la oportunidad de hacer Cambios profundos en la legislación. Por que la memoria es frágil y en un tiempo mas nos olvidaremos de ellos.
Es demasiado importante lo que sucedió , como trasformarlo en un reality Show.
Saludos
Le entiendo perfectamente, ha sido útil leerle porque verbaliza mucho de mis pensamientos, existe en demasía el mercantilismo con dolor ajeno.
Este tipo de crónicas exigiría cierto distanciamiento y sobre todo aguardar a que se solucione pronto y de la mejor manera.
Un abrazo
Magnifico.
Un abrazo enorme.
Pame, y lo bien que hizo, los medios tienen sed de shows reality o como sea. Letelier es sensato y eso hoy parece un mérito
besos
Estercita
El mundo y sus entrañas que deboran al hombre...
Saludos y un abrazo.
No, no podemos imaginarnos lo que es estar ahí. Y apoyo las demandas de Rivera Letelier en cuanto a exigir cambios en la legislación y también sobre colgar de los testículos a los dueños, real o metafóricamente hablando.
Sin embargo, como periodista, sí disiento en algo y veo cierta demagogia en este artículo. Tampoco a mí me gusta que se convierta en un reality show, pero por un lado él está haciendo lo que dijo que no haría (escribir de los 33 mineros) y por otro lado, no me cabe la menor duda que los esfuerzos sobrehumanos que se están haciendo para sacarlos son en parte gracias a la cobertura mediática. No me atrevo a decir que los dejarían ahí si no fuera así, pero si no estuviera todo el mundo mirando hacia esa mina, quizá se ahorrasen algunos medios.
Creo que Rivera Letelier debería pedir que se haga información responsable, pero no que esto no se convierta en gran noticia, con un lado humano que mostrar, porque creo sinceramente que también es un modo de ayudar a esos mineros y a sus familias, que seguro se sienten más acompañados y apoyados.
Besos
Hola Pamela:
Estoy con lo que dice Alís. No creo que está vez se haya hecho show de la tragedia.
Ya es lugar común echarle la culpa de todo a los medios.
Un beso.
Ciertamente... Oscuridad, incertidumbre, aburrimiento, depresión... algunas de las cosas que deben sentir. Tengo la sensación a veces que los medios hacen de ellos animalitos de zoológico. Buena nota!
Por aca yo me entere de la noticia en medio de un festival tradicional japones en honor a la tierra y al principio nadie entendia porque venia del edificio principal gritando 'estan vivos, estan vivos!'
Coincido totalmente con el parrafo de lo que habria que hacer de pasadita, como para que nunca mas un dueño de un pozo juegue con las vidas de quienes trabajan.
hoy que ha pasado ya gran parte de la angustia y la esperanza es la que luce su destello gigante
haoy que las tres perforadoras están en funcionamiento
estamos a pocas semanas de esa salida inminente a la libertad
besitos d eluz
y seguir enviando energías pa'ellos y sus familias
Excelente, solo eso!
Mimí
Ya les queda poco.
Que bien.
Bravo por Hernán Rivera.
Besos.
Por este Artículo, te recordé todo el tiempo mientras veía el rescate por tv! Enhorabuena por la gestión de tu gobierno, el compromiso, la profesionalidad y sobre todo, la calidez de tu pueblo Pam. Sabés que una parte de mi corazón le pertenece a Chile para siempre.Un fuerte Abrazo Amiga!
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