viernes, 29 de octubre de 2010

El domingo de mañana fuimos a pasear por el pueblo.  Creo que no hay gran diferencia entre los pueblos de un país u otro, la cadencia de los tiempos, la inocencia en las miradas, los borrachitos simplones, el vendedor que se quiere pasar de listo con los afuerinos, las niñas que se asoman tras los visillos a ver pasar al chico de sus sueños, las viejas sentadas en la vereda hablando de los vecinos.  Todo ello me hace pensar recurrentemente en aquella canción de J.M. Serrat, "Pueblo Blanco", de donde estas estrofas dan vueltas en mi cabeza.


"El sacristán ha visto
hacerse viejo al cura.
El cura ha visto al cabo
y el cabo al sacristán.
Y mi pueblo después
vio morir a los tres...

Y me pregunto por qué nacerá gente
si nacer o morir es indiferente."


 La plaza ha de ser parecida a muchas plazas de mi país, tantas destruidas por el terremoto de febrero. Esta, bastante más al Norte del epicentro, sobrevivió, entre otras cosas, por que no tenía esculturas que se cayeran. Hay que decirlo, es una plaza muy pobre, donde el césped no le hace honor a su nombre:
Sin embargo, encontramos flores que al menos yo, no conocía y que me impresionaron por su belleza, estas  por ejemplo. La foto es pésima, no se nota la peculiaridad de la planta, sus ramas son de color violeta tiene algo que parecen las raíces anaranjadas  que están a la vista como unas patas sosteniendo la planta, ojalá alguien la conozca y me pueda decir el nombre:
A la entrada del pueblo hay un pequeño mercado de frutas y verduras. El sabor de los productos no se compara con los que comprábamos en los supermercado de la ciudad, es notoria la diferencia, la frescura y la intensidad de los sabores.  Estamos viviendo en una zona netamente horto-frutícola, de donde los tomates son ya una leyenda (los famosos limachinos). Los productos que podemos comprar en el mercado local son probablemente aquellos "de rechazo", esos que no dan la talla para competir en los mostradores de las grandes cadenas alimenticias, zanahorias pequeñas, beterragas deformes, frutillas la huerta propia, huevos de la gallina del patio, todo con sabor de verdad.

Al preguntarle al vendedor a qué horas cierran el mercado la respuesta fue precisa: "a la oración".