miércoles, 29 de septiembre de 2010

Los grandes cambios en la vida no suelen ser percibidos en su justo momento y dimensión. En lo que va del año he sido golpeada duramente por acontecimientos de divulgación pública y por otros muy íntimos. He aprendido de la grandeza del ser humano y  he sufrido  por  su bajeza, esos dos extremos que toca el péndulo y a los que nadie es ajeno, sólo es necesario hacer una pequeña introspección para saber que en cada uno de nosotros conviven esas dos fuerzas que se atraen.  

En medio  de terremotos, mineros enterrados vivos a setecientos metros bajo tierra, presos Mapuches en huelga de hambre, enfermedades y muertes inesperadas,  estoy por hacer un cambio muy importante en mi vida, lo que me trae nuevas alegrías, y por eso quiero compartir esta sensación con ustedes, se trata de algo largamente buscado: en pocos días más me iré a vivir a una casa que hemos construido en el campo, en lo alto de un cerro,  donde no será fácil llegar, no tendré vecinos, ni shoppings, ni gimnasios, ni cafés a la mano, sólo un gran cielo estrellado por las noches y una vista increíble al Valle del Río Aconcagua y la Cordillera de los Andes.   

Allí en mi nueva vida, nada cambiará, lo afectos serán los mismos, los recuerdos irán conmigo, y los proyectos tomarán una nueva dimensión.  Estaré más cerca de lo que fui y más lejos de lo que no quiero ser.  Es posible que tarde un poco en volver a visitarlos y escribir: el tiempo que me tome poner mi nueva casa en orden, pues "san internet" llega a todos lados, por ahora.

Un abrazo a todos y nos seguimos leyendo.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Treinta y tres mineros en el corazón de un escritor

EL ESCRITOR CHILENO HERNÁN RIVERA LETELIER HA ESCRITO ESTO QUE ME PERMITO COPIAR ACÁ, TODA MI ADMIRACIÓN PARA ÉL.


Me han pedido mucho que escriba sobre los mineros sepultados en la mina San José, de Copiapó.
Me han llamado medios de distintos países, me han ofrecido estipendios por artículos de tantas palabras o caracteres en diarios, en revistas, en sitios de Internet, y hasta me han ofrecido hacer un guión para una película. "Porque usted fue minero, nos interesa su visión de lo que está ocurriendo con esos 33 hombres".
Yo me he negado sistemáticamente. Solo he aceptado entrevistas. Ahora escribo para explicar por qué me he negado. Me he negado justamente por eso, porque también fui minero, y escribir ahora sobre estos compañeros sepultados, hacer literatura con su tragedia, sería como sentarme a escribir un cuento o un poema ante el lecho de muerte de mi padre, de mi hijo, o de mi hermano. No sirvo para eso. Mi ética no me lo permite.
Puedo ser un hijo de puta en muchos aspectos, pero nunca en algo como esto. Mi ética es mi estética y viceversa. Estoy sufriendo la tragedia como la estamos sufriendo todos, he llorado como hemos llorado todos, grité de felicidad como todos cuando supe que estaban vivos -no salí a tocar la bocina de mi auto porque no tengo auto, pero en casa izamos una bandera rayada con un mensaje de fuerza y esperanza-, y aunque nunca fui ni seré un patriotero -me carga por ejemplo que toquen el himno nacional en los partidos de fútbol- el corazón se me puso como un puño cuando oí sus estrofas saliendo desde las fauces de la tierra, épicamente desentonadas por la voz ronca de estos 33 chilenos humildes.
Yo andaba por Centroamérica cuando me enteré de la noticia. Al primer medio que me llamó desde Chile -los mineros llevaban cuatro o cinco días enterrados- les dije que si esos hombres no habían muerto sepultados por el derrumbe, iban a sobrevivir hasta que los encontraran.

Dije textualmente que me los imaginaba allá abajo organizándose, dándose ánimo entre ellos, narrándose historias, contándose chistes, inventando mentiras. Que los mineros, como los pescadores, eran hombres acostumbrados a luchar contra la adversidad, contra la fuerza de la Naturaleza, que eran ingeniosos, que eran aperrados, que no se echaban a morir fácilmente. Que eran muy creyentes.

Ahora que saben que sabemos que están vivos, ahora que saben que sus familias los esperan, y entienden que tendrán que soportar aún una larga espera, su ánimo no desmayará, seguirán resistiendo. De eso estoy seguro. Son 33, un número sagrado. Yo cuando era niño y vendía diarios por las calles -en uno de mis libros lo consigno-, solo vendía 33 diarios, con eso me alcanzaba para comer y nunca me quedaba con diarios que regresar. Treinta y tres era la edad de Cristo, y eso me daba suerte. Soy supersticioso igual que todos los mineros. El 33 es el número de la muerte y la resurrección.

Ellos estaban muertos y resucitaron. Dos cosas solicito para estos mineros, si es que se pudiera. Solo dos cosas. La primera, al Gobierno, que no desaproveche esta oportunidad de oro que tiene de pasar a la historia -junto a los 33-, haciendo cambios profundos en la legislación laboral de la pequeña minería, para que nunca más vuelvan a ocurrir desdichas como esta -y de pasadita que haga colgar de los testículos a los dueños de la minera-.

La segunda va para los medios de comunicación: que no transformen esta larga temporada en el infierno de nuestros compatriotas en un vulgar reality show. Una vez que estén afuera que hagan el espectáculo que quieran -con su anuencia o sin ella-, pero por ahora que respeten el dolor, el suplicio, el padecimiento indecible que significa estar ahí, con millones de toneladas de roca encima, a 700 metros por debajo de la vida, en la boca del estómago del mismísimo infierno. Pónganse en su lugar. A ver si alguien puede siquiera imaginarlo.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

DIA INTERNACIONAL DEL BLOG: 31 DE AGOSTO

 AMIGOS: ¿Sabían que teníamos un día internacional?, yo me vengo enterando y éste es el tercer año que se celebra.  No sé bien cómo se hace para celebrarnos. Después de un breve "gugleo" encontré que algún bloguero  inventó este día para que los  blogueros se conozcan entre sí, lo cual es un despropósito en sí mismo, pues eso no se hace por decreto, sino por esto que se va dando en la cotidianidad de las visitas, los mails entre aquellos que encuentran mayor afinidad, creándose lazos impensados hace diez años por ejemplo, de donde nacen amistades que sospecho tendrán la misma firmeza que aquellas cultivadas en torno a la taza de café, el buen trago  o el asado dominguero. Amores también han nacido y siguen naciendo por esta vía, he conocido parejas hermosas que se han forjado en un comienzo a través de la pantalla.

Por mi parte yo disfruto de este espacio virtual en silencio, como en un rinconcito de la vida, donde voy poniendo algunas de las cosas que me importan, menos de las que quisiera, por alguna razón que sólo un bloguero entenderá, no dejo de ponerme mis propias censuras.  Por eso admiro tanto a esos otros bloggeros que sí se empeñan y siempre están pensando en lo que van a publicar el día siguiente.  No voy a hacer una lista de los  blogs que sigo, es cuestión de que miren nada más al costado derecho de mi página. 

Este es un mundo genial, con sus propios códigos y donde cada uno sabe hasta donde quiere llegar. Por ahí leía a un periodista que decía que los blogueros somos periodistas frustrados que no nos animamos a publicar en la prensa escrita, obviamente se trata de alguien que para variar, mide a los otros con su propia vara, yo sinceramente, no estoy "ni ahí" con que me lea más gente que ustedes.

Es evidente que en el último tiempo me he dedicado más a leer a mis amigos blogueros, que a escribir en mi sitio, pero no se crean que es falta de interés u olvido.  aquí entre nos, como siempre, les digo que el cambio de país me ha dado vuelta la cabeza, todavía no encuentro el lugar preciso desde donde expresarme, trabajar y crear, y reconozco con vergüenza que estoy estacionada, por no decir paralizada , quizás por  tanta información que vengo recibiendo en los últimos dieciocho meses, de modo que en vez de usar mi tiempo frente a la computadora he optado por caminar la ciudad, oír las voces que tanto tiempo no pude oír,  y esperar que mi corazón y mi cabeza tomen un ritmo de normalidad.  Por mientras y hasta que eso ocurra, los seguiré leyendo y queriendo como hasta ahora.


¡Ah! me olvidaba: ¡FELIZ DÍA INTERNACIONAL DEL BLOG!