martes, 23 de noviembre de 2010

El mar está muy cerca de mi casa

Cerquita de aquí está el mar

A veinte minutos nada más, cuando nos cansamos de los cerros, podemos ir hasta el mar para empaparnos de sal y ese ruido de olas que es música para los oídos de quienes hemos crecido junto a él. A veces lo extraño, pero tengo esta enorme suerte de estar tan cerca.

En el camino hay bellos sitios donde  parar, la zona de Con-Con llena de lugares para comer una empanada de mariscos, o platos algo más elaborados con los mariscos y pescados de nuestro mar Pacífico.
El borde costero esta repleto de locales como éste. En el verano hay que hacer fila para conseguir una mesa, pero ahora, mientras el calor todavía no  es tan fuerte es un placer sentarse por las tardes a mirar la puesta de sol y brindar con un buen vino del país.


martes, 16 de noviembre de 2010

Turistas

Plaza Independencia, Montevideo.

Los turistas son como escolares guiados por una maestra en un recorrido sorprendente.  Se dejan llevar, inocentes.  Viejitos realizando un sueño, parejas de enamorados perdidos en la contemplación del vacío, simulando escuchar las explicaciones de la profesora, se abrazan y besan sin descanso esperando volver pronto al cuarto del hotel a terminar la tarea comenzada a pleno sol.  Mientras muchachas tiernas fotografían cada rincón de la calle que jamás volverán a pisar, como si así pudiesen aprehender el segundo que se esconde tras las paredes y entre los árboles.

Ser turista debe ser como ir al cine: todo sucede en una pantalla que nunca podrán alcanzar.  Todo quedará suspendido en el pasado mientras ellos toman sus aviones de regreso y aquí volverá el vendedor de recuerdos cada día a su puesto en la calle Sarandí con sus amatistas y sus mates, el mozo seguirá cada mañana sirviendo café en La Pasiva y el policía recorrerá cada rincón de la Ciudad Vieja, mientras ellos, los turistas, nunca lo sabrán.


(Esto lo escribí  sentada en una plaza viendo pasar los turistas en mi última visita a Montevideo, lo traje ahora después de ver un muy buen post en un blog que no recuerdo!  donde el autor se queja de que los turistas no le permitieron tomar una buena foto.)

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Y la vida cambió

Cambió mi vida de manera inesperada.  Por que cuando vine por primera vez a este sitio donde ahora vivo,  pensé: "qué linda vista, aquí me gustaría vivir, algún día".  Pero eso fue hace largo tiempo, luego vino el regreso a Chile después de casi veinte años viviendo en otros países, luego el año y medio en Santiago con su smog y su neurosis combinado con las visitas casi semanales a la construcción de la casa, discusiones sobre colores, tamaños, espacios, ventanas, puertas, pisos que empezaron a hacerme colapsar y hasta reconsiderar la conveniencia de seguir con el proyecto de venir a vivir al campo.

Ha pasado un mes solamente desde la mudanza, la casa ya está habitable y los amigos y la familia vienen los fines de semana a visitarnos, exclaman extasiados ¡qué linda vista! y luego se regresan a la maraña de la capital pensando que estamos locos, que vivir aquí es casi como estar confinados, no lo dicen, pero se les nota en la mirada.
Pero yo ya sé que no podré volver, que es aquí donde he encontrado mi espacio y mi tiempo, que ya estos árboles forman parte de mi vida, así como mis nuevos vecinos: la señora que nunca ha salido de San Pedro,  los niños que todavía juegan a elevar volantines y van a caballo a la escuela, los hombres que no saben hacer otra cosa que cultivar la tierra para darnos de comer a todo un país,  toda esa gente que me ha hecho sentir parte de sus vidas a pesar de sólo llevar pocos días viviendo entre ellos, por que aquí todavía no se ha patentado la malicia y nadie te mira con desconfianza.
No serán los "Crepúsculos de Maruri", pero sinceramente los prefiero, estos son míos, son únicos y los disfruto en el más absoluto silencio. 
Esta gata estaba en la casa cuando llegamos, es pequeña todavía, tiene como cuatro meses,le llamamos Albita por que tiene los colores del Colo-Colo, es una gata de campo, intrépida e insólita, me acompaña cada mañana a subir los cerros, a veces se distrae cazando algún pajarito y vuelve cansada por las tardes a dormir su siesta en la cocina, se han hecho amigas con mi perra y se llevan de maravilla.