jueves, 28 de agosto de 2008

García Lorca en Buenos Aires

Por esta ventana miró Federico cuando nos vino a visitar el año 1933. Hotel Castelar, habitación 704. Aquí vivió buena parte de los seis meses que pasó en Buenos Aires. Venía por un período más corto, pero su éxito fue inesperado, Buenos Aires adoró a Federico, se estrena Bodas de Sangre en el Teatro Avenida. Federico da conferencias, se encuentra con otros poetas, dan el famoso discurso "al alimón" con Neruda en honor a Rubén Darío.

Han pasado setenta y cinco años y ahora estoy yo aquí tratando de encontrar su presencia: tarea inútil, sólo lo encontraré en su poesía. Pero me gusta estar sentada en esta entrada del Hotel Castelar e imaginarme su paso alegre, vestido de blanco con su sonrisa de niño.


La Avenida de Mayo me sabe a pasado y a Federico. Camino hasta el Congreso, voy y vengo bajo el sol y me olvido que estamos en el siglo veintiuno.



Mirar hacia arriba es la consigna cuando se camina una ciudad, gozar los detalles. Federico está aquí.

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Federico le escribe a sus padres: "....ya se celebró el estreno de Bodas, que constituyó por la prensa que os mando por barco un verdadero escandalazo. Yo no he visto en mi vida una cosa igual de entusiasmo y cariño. El gran teatro Avenida es como diez veces el teatro Español de Madrid y estaba totalmente ocupado por una muchedumbre......"

sábado, 16 de agosto de 2008


Este pobre blog está de lo más abandonado. Toda la culpa es de Facebook. Pero no quiero dejarlo, trataré de mantenerlo en la medida de mis posibilidades. Lo que más me da pena es que también he dejado de visitar a mis queridos amigos bloggeros. No prometo nada, pero voy a volver a visitarlos ¡algún día!.


En el último tiempo se han producido grandes cambios en mi vida y otros están por producirse, como ya les he adelantado. No sé hasta dónde estoy siendo capaz de seguir a buen paso estos pequeños terremotos internos.
Una va por ahí diciendo que los hijos se tienen que ir en algún momento, que "son prestados", que la vida sigue, pero inevitablemente un día abro la puerta de mi casa y no hay nadie.. Pienso entonces en todos esos años en que el ruido de esas pequeñas vidas llenaban todos los espacios a veces de manera agotadora, y cómo fueron creciendo, dándome uno que otro dolor de cabeza, y muchas, muchas alegrías, hasta que finalmente llegó el gran momento de salir al mundo, a formar nuevos hogares, a estudiar y a trabajar lejos de la casa y del país.
Lo menos que tengo entre un hijo y yo es una Cordillera, para no hablar del gran Oceáno por el otro lado. Sin embargo los siento tan adentro mío, todo lo que vivimos juntos alcanzó para llenarme el corazón para siempre y que sinceramente no puedo sino estar feliz por ellos, por que sus vidas son puro futuro, puros sueños y como dicen en ese país donde una vez vivimos :PURA VIDA